Este es mi slogan, resultado de un flash que se me ocurrió luego de participar como alumna en una cápsula sobre marca personal, estaba intentando reinsertarme profesionalmente y aprovechaba toda formación que me resultara atractiva, para reinventarme, para hacer networking, para seguir creciendo.
De esto hace algunos años ya, lo puedo recordar con ternura y satisfacción. Me encontraba dando mis primeros pasos en el nuevo camino que iniciaba como profesional en esta tierra.
No fue fácil, llegué en plena crisis del año 2008 y era sólo el principio, a continuación, la crisis se fue instalando y agravando y aquí estaba yo, iniciando mi vida en un nuevo país e intentando insertarme profesionalmente, con una experiencia de casi 20 años, pero nueva aquí y con una edad que en estas épocas trae cuanto menos, controversias: 45 años. Profesional senior con todos los beneficios y las dificultades que conlleva en relación a los prejuicios de la edad. Pero no es de la edad de lo que quiero hablar en esta entrada, puede ser tema de alguna otra; hoy quiero hablar de la autoconfianza, del amor propio, quiero transmitir la seguridad que se genera cuando luchas por algo en lo que crees y aceptas que el camino, se hace al andar como dijo Machado.
Recuerdo el día en que mi hija mayor a sus 18 años, hablando de cómo escoger estudios o carrera, me preguntó simplemente: – “Y qué hago, qué escojo…”. Sin dudarlo le respondí: – “No te diré qué escoger, pero sí te puedo decir cómo. Escoge algo que sepas que te gusta tanto, tanto, que nada represente un obstáculo para conseguirlo”.
“Camina lento, no te apresures, que al único lugar donde tienes que llegar es a ti mismo”.
Ortega y Gasset
Cuando me encontré con la profesión que finalmente elegí para mí, fue amor “a primera escucha”, surgió casualmente mientras trabajaba de dependienta en una tienda de accesorios de moda mientras me tomaba un año sabático de estudios, tenía 18 años. Qué curioso, el descubrimiento más importante para mi futuro ocurrió justamente en un momento de pausa, por eso nunca tenemos que subestimar las pausas, y mucho menos, si ocurren por escuchar nuestra voz interior. Esa pausa fue una decisión resultado de haber puesto atención en cómo me sentía en ese momento a los pocos meses de haber acabado mi bachillerato. ¿Que cómo me sentía? Aburrida de estudiar cosas impuestas, de escuchar profesores en piloto automático, de avanzar por los casilleros de este juego de la vida como resultado de la suma de dados expulsados de un cubilete agitado por vaya a saber quién, pero seguro que no era yo y era mi vida la que se jugaba en la partida.
Sí, amor “a primera escucha”. Como dependienta fui correcta, pero pasó algo más, las personas que venían a la tienda me contaban cosas, yo las escuchaba y volvían a venir. Esa escena que se repetía con una frecuencia prácticamente semanal hizo que me preguntara qué es lo que estaba ocurriendo más allá de lo que correspondía a mi trabajo. Me descubrí disfrutando de escuchar a las personas y aportando ideas o preguntas que les permitieran ver diferentes perspectivas y supuse que algo de eso que estaba sucediendo tendría alguna cercanía con ser psicóloga. Investigué acerca de la carrera, retomé mis estudios para no dejarlos más. Y así fue como el ser psicóloga se convirtió en mi camino profesional.
Vuelvo al título de la entrada, mientras pensábamos una práctica en la cápsula de la que hablo al principio, recordé estos hitos de mi vida y pude reconocer que, a pesar de las dificultades, siempre hay una salida, que existe un camino, sólo se trata de descubrirlo y atreverse a recorrerlo. Supone un recorrido de aprendizaje, esfuerzo, constancia y dedicación.
Cómo enfrentar las dificultades de la travesía:
- Para mejorar en autoconfianza y amor propio has de profundizar en el autoconocimiento.
- Autoconfianza, conectar con tu pasión, tu esencia y ser fiel a ella. Eso te permitirá confiar en tu intuición.