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La violencia de género y las relaciones de poder

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A lo largo de mi carrera, me he encontrado con muchos casos de violencia de género en pacientes. Desde lo más sutil hasta lo más flagrante, siempre es difícil acompañar a las víctimas a salir de estas relaciones abusivas. Ya sea porque no se dan cuenta de lo dañina que es la relación, porque tienen normalizados los abusos de su pareja, o porque simplemente no tienen los recursos suficientes para salir adelante, terminar con una relación, por muy tóxica que sea, nunca es un camino fácil.

Un fenómeno que se repite muchas veces en este tipo de casos es el de mujeres que no saben cómo han acabado ahí; no pueden identificar en qué momento empezaron a estar sometidas a sus parejas. Si bien es cierto que el abuso suele comenzar lenta y progresivamente y de manera simbólica, hay una trama que siempre se cumple: la relación de poder.

¿Qué quiere decir esto? Al inicio de una relación, la pareja se entrega, pone su confianza y sus cuidados por el bien de esta. A la vez, el hombre tiende a ejercer un poder que la mujer, inconsciente y por amor, concede. Este poder puede tomar muchas formas: simbólica, económica, psicológica, institucional… pero el hecho de que el hombre sea el que toma el poder no es coincidencia. Como dijo Ana Carcedo, investigadora y activista feminista especializada en violencia contra las mujeres,

«En la violencia de género, la relación de poder no es individual sino social».

En nuestra sociedad existe un sistema de opresión que discrimina a las personas por su género, valorando a los hombres por encima de las mujeres. Esto se traduce en una serie de pautas sociales que facilitan la jerarquía en las relaciones entre hombre y mujer, lo cual es el primer paso a una relación abusiva. Dadas estas circunstancias, nos encontramos con hombres que se sienten con derecho a disponer del tiempo, el cuerpo y las vidas de las mujeres. Aunque la estructura social de la violencia sea difícil de identificar en las relaciones individuales, es la que hace que estos casos se repitan con patrones similares.

Cuando la mujer se entrega al hombre y así le concede el poder, se crea un desequilibrio que degenera el amor y la confianza del inicio de la relación. De esta manera, el criterio del hombre se convierte en el único válido y se destruye la autoestima y la autoconfianza de la mujer. Este ‘amor’ degenerado se pone en juego constantemente en la relación, «si no haces esto, es porque no me quieres», poniendo siempre en duda la seguridad y estabilidad de la misma. La mujer, falta de criterio y autoestima para confrontar a su pareja, se encuentra sometida a estos abusos, cada vez más graves y frecuentes.


No todos los hombres abusan de la relación de poder, pero sí es la fórmula perfecta para todo aquel que quiera usarla. Entonces, ¿cómo se evita este desequilibrio? ¿Cómo podemos construir relaciones sanas?

Lo cierto es que, lamentablemente, no se nos enseña cómo relacionarnos de manera sana por muy básica que sea la necesidad de relacionarse entre seres humanos. Muchas veces lo aprenderemos a base de prueba y error, pero he elaborado algunas pautas que pueden hacer ese camino un poco más fácil y constructivo:

  • Cuando hablo de relaciones sanas, siempre me gusta recuperar el significado de pareja (conjunto de dos elementos de la misma clase). Es decir, toda relación sana deberá estar formada por dos (o más) pares. Esto elimina cualquier jerarquía o desequilibrio que pueda desencadenar abusos y violencia. El amor, la confianza y el respeto deben ser mutuos para que la relación esté equilibrada.
  • El todo es mayor que la suma de sus partes. No busques a alguien que te complete, las relaciones son más sanas y felices cuando los individuos que las forman son felices independientemente del otro. Con esto no quiero decir que tu pareja te sea indiferente, sino que te sume. Respetar la individualidad de cada uno, incluyendo gustos, criterios y espacio, es fundamental para la pareja.
  • Todos los casos son distintos… ¡y eso está bien! Hay que tener en cuenta, sin embargo, que dependiendo de la historia personal y experiencias de cada uno, su manera de relacionarse se verá afectada. Por ejemplo, en casos de baja autoestima o de experiencias traumáticas, la persona puede buscar en su pareja una solución o un salvador, haciéndola más vulnerable a relaciones desequilibradas y, posiblemente, tóxicas. Lo que te recomiendo en estos casos es un proceso psicoterapéutico. Conocerse a uno mismo e identificar conductas dañinas tanto con uno como con los demás te puede proporcionar las herramientas necesarias para relacionarte de una manera sana y (relativamente) libre de traumas o problemas del pasado.

Si crees que estás sufriendo violencia de género o necesitas ayuda, no dudes en contactarme. No estás sola.

También puedes visitar la página de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género o llamar al teléfono gratuito de información y asesoramiento jurídico 016.