Hace algunos años acude a mi consulta H.A., de poco más de 30 años. El motivo de su consulta era el de “cambiar” para poder volver con su pareja

(de la que acababa de separarse). Hubo un tiempo inicial en las que las entrevistas se trataban de sus arrepentimientos hasta que llegó al encuentro con la realidad de que su pareja ya tenía la decisión tomada respecto de la separación.
Este tiempo inicial fue de escucha activa y acompañamiento en el proceso de duelo por la pérdida de un proyecto de vida que él consideraba hasta ese momento como el único posible, pérdida de la que se responsabilizaba completamente. Imaginaba un futuro gris, de triste soledad.

 

Una vez aceptada la nueva realidad, aparece la pregunta: y ahora qué?

Con esta pregunta surgió el reencuentro consigo mismo, la mejora de su autoconocimiento, el respetarse por todo lo que él era y podía llegar a ser. Inició una nueva vida solo, muy positiva, de trabajo, socialmente activa, recuperando actividades artísticas que siempre le habían gustado y se había negado, valorando su trabajo y sobre todo, a sí mismo.

Luego se produjo el encuentro con una mujer con la que formaron una feliz familia.

En este caso se trabajaron muchas cuestiones, pero quería ilustrar con él el aspecto de cómo puede dañar el proceso de duelo a una persona que no cuenta con una autoestima sólida y como consecuencia la persona corre el riesgo de poner todas sus expectativas en un único proyecto dependiente de otra persona. Por otro lado, utilizar este caso para compartir la posibilidad de éxito cuando hay compromiso terapéutico y profesionalidad.